Nausicaä o la esencia de la realeza
Dije de ella en dos tuits:
Técnicamente no es de Ghibli, fue inmediatamente anterior y gracias a ella pudieron engendrar el estudio.
Realeza, naturaleza, guerra, sacrificio, entrega, resurrección, heroísmo… No puedo no ver paralelismos cristológicos casi explícitos.
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Tiene, además, un manga que se terminó después de la película (pese a empezarse antes), creo que la mayoría lo disfrutará también.
Un par de pegas: recursos economismo escasos y Joe Hisaishi (BSO) estaba experimentando.
Hecha un par de años más tarde hubiese sido una locura.
Y, en otro, la referí como epopeya, si bien probablemente le queda grande a la película y encajaría más en el manga, sin significar eso que el manga sea mejor que la película.
Afirmaría unas semanas más tarde en un tuit, a mitad del visionado (interrumpido) que:
Esta chica no irónicamente me hizo entender la esencia del realismo monárquico.
Junto a Las Crónicas de Narnia y El Señor de los Anillos (cuyos sectarios me han acusado de odiar) es probablemente algo fundamental en mi “conversión” política hacia formas tradicionalistas, aproximación en gran medida estética en tanto que está refleja la verdad y bondad de una cosa, acompañándolo después con algunas lecturas más “sistemáticas” para asentar lo que se intuía o argumentaba con lagunas.
No hay previsión de evitar spoilers, tampoco de hacer un resumen de la película. Que cada uno juzgue como oportuna o no la lectura del artículo si no ha visto el filme.
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¿Cómo hay que entender Nausicaä?
Tras los 7 días de fuego el mundo entero quedó arrasado por los dioses de la guerra, la civilización colapsó y se organizó en formas mucho más primitivas y tribales, la tecnología quedó en una situación cuanto menos curiosa (no teniendo comunicaciones modernas pero sí máquinas voladoras complejas, o usando a la vez espadas, ametralladoras y tanques). Aparecieron, además, bosques enteros de hongos de tamaños aberrantes y, junto a esta desproporción en las medidas, también los insectos crecieron en ellos de la misma forma; estos hongos expulsan esporas tóxicas que devastan aún más un mundo destruido por la guerra de 1000 años atrás. Es aquí que encontramos a nuestra princesa: Nausicaä del Valle del Viento, pequeño reino en una zona donde el aire que llega es puro y cuyo bosque no ha sido contaminado por los hongos.
El segundo tapiz extraído de la maravillosa web de https://hjg.com.ar que, además de cosas de Studio Ghibli, tiene subida la Suma Teológica entera. |
Sin pretensiones, nos ilustra la obra en qué se fundamenta la institución real, así como nos propone un código de conducta para el monarca: al principio encontramos a la princesa, sin saberla todavía tal, explorando el mar tóxico. De vuelta a su pequeño pueblo, vemos cómo es recibida con gran afecto de sus conciudadanos, contentos además, por el regreso de un héroe itinerante. Reconocemos aquí en primer lugar una sociedad tradicional, un pueblo unido, pre-moderno, organizado de forma “natural”, trabajando todos en tareas similares, sin que parezca haber nada similar a una burguesía u otras instituciones que pudieran dar lugar a competencias, envidias o aspiraciones personales de ascenso. Es una sociedad donde queda plasmado en escasos minutos como el bien común supone el bien personal y como el interés particular da la impresión de ser algo inexistente, no parece no siquiera concebible, siendo que el bien común es una realidad en el lugar.
No solo eso: la educación misma se da en un contexto humano, no positivista, las noticias de fuera las trae el héroe peregrino, que trae asimismo objetos de aquellos lugares distantes; vemos en los créditos finales también como los niños se acercan al acantilado para aprender a volar en cometas de mano de una princesa con un talento innato para ello y en general curiosean todas las labores de los mayores uniéndose en alguna de ellas.
Tenemos una sociedad perfecta que funciona sola, ¿cuál es la necesidad, pues, de una monarquía, la necesidad, en definitiva, del poder? Para un moderno, el Valle del Viento es un imposible e, imponiéndose esta como realidad, parecería no exigir necesidad de gobierno: el estado aparece para “oprimir” a un hombre irracional, para frustrar los intereses particulares, imponiendo el interés general y consintiendo intereses particulares cuando no lo contradigan; parte de la premisa de que la sociedad humana no es natural y que el hombre, para convivir sin violencias con los demás hombres, necesitará de la opresión del estado. No es esta la situación que nos encontramos y, el tener un entramado político funcional, permite entender el rol del rey como gobernante, que emerge de forma natural en la comunidad humana y armónicamente se desarrolla y asienta con ella.
En la película, el padre de Nausicaä, ya gravemente enfermo con anterioridad, es asesinado por tropas de un imperio enemigo (Tormekia), situándonos, de forma automática, a la princesa como reina, princesa que en poco cambia su actuar en lo que es esencial, pero que ante una situación mucho más grave se entregará a su labor de forma más plena, siendo la diferencia más bien de grado, asumiendo ahora como reina la totalidad de lo que antes era solo parcialmente (perteneciendo a la familia real y siendo su padre casi inhábil).
El rey está ante algo que le precede: unas gentes, unas costumbres, una religión, una tierra, unas leyes… De las que no es amo, sino al contrario, es siervo y Nausicaä entiende esto entregándose por los suyos hasta la muerte.
Lo que es característico en el Valle del Viento es la inmensa devoción del pueblo hacia su princesa, hasta el punto de llegar a cautivar a la general del ejército enemigo. Nausicaä hace ciertamente merecimientos para este amor, pero el amor es antecedente: lo recibe por el simple hecho de ser la princesa y este amor es el que mueve la respuesta de Nausicaä, no puede devolver sino amor entregado a quienes se entregan por ella, llegando a cometer locuras ante las cuales todos sus súbditos le rogarían que parase, pero no puede, porque ama a aquellos que la han amado sin merecimiento.
La trama de la película gira en torno a dos ejes que se relacionan armónicamente, además de la trama política, hay otra acerca del hombre con la naturaleza, hemos ya introducido la situación en que lleva la humanidad mil años al principio de la película. Tanto el héroe itinerante como la princesa quieren descubrir el secreto del mar tóxico, de estos bosques llenos de esporas tóxicas, males que incluso afectan a quienes viven en la pacífica Valle del Viento. Este conflicto con la naturaleza es también la que mueve a Tormekia a invadir y a intentar despertar a un fetal dios de la guerra. La solución no llueve mágicamente del cielo y, aunque en la película se descubra la semilla de un mundo sano (ilustrado magníficamente con la imagen que aparece en el “fin” -おわり- del filme) no es de esperar que en vida de ninguno de los que aparecen en esta historia pueda verse el fin del mar tóxico.
La última imagen que hemos referido consiste en un brote verde en tierra pura, justo debajo de la máscara que lleva la princesa para pilotar su Mowë. Aunque el problema de la contaminación se puede solventar teóricamente sin intervención humana, resultará de hecho imposible sin una política sana, sin una política santa; de ahí que este brote no nazca sino al amparo de esta especie de casco, políticas distintas solo podrían agravar el problema ambiental, baste ver cómo el conflicto entre Tormekia y Pejite lleva a recuperar a un dios de la guerra, lleva a usar los ohms (colosales insectos) como arma, con la expansión del mar tóxico que supondría de haber acabado distinta la película.
El motor de la política tormekiana es palpablemente opuesto al de Nausicaä, hay un deseo de inmediatez en la resolución del conflicto natural, se quiere destruir el mar tóxico en vida de la general, Kushana, que odia a los insectos por experiencias traumáticas anteriores a la película. Mientras Kushana necesita ver en vida su realización escatológica particular (el mundo sin esporas tóxicas), Nausicaä se emociona viendo que el mar tóxico sólo lo es porque purifica un mundo contaminado, alegrándose de que, sea en un año o sea en 5000, la toxicidad desaparecerá, consuelo inútil para lo que es inicialmente Kushana. Nausicaä reconoce un bien común no ya sólo para los vivientes presentes: su comunión es diacrónica, con su pueblo actual, el que ha habido y el que vendrá; Kushana no reconoce este bien común, ve solo el mal que ella vive y sus intereses particulares, no dudando en invadir o actuar precipitadamente con el dios de la guerra: aun cuando no estuviera todavía desarrollado, ella lo iba a usar, pues de nada le serviría a ella en particular si moría en el ataque de los ohms. Destacar como esta comunión transcendental difícilmente es concebible sin una visión religiosa, sin ella parece imposible reconocer como bien propio el del pueblo tras la propia muerte, reconociendo el Valle del Viento impregnado en religión, reconocible en el papel de la sacerdotisa o profetisa, figura de autoridad ante el pueblo y familiar en la intimidad de los aposentos reales.
Así, la monarquía, en tanto que institución familiar, une no solo al pueblo presente, sino que, en su misma ascendencia y descendencia, une al pueblo con el pasado y el futuro y, si se permite, une el cielo y la tierra en un sentido simbólico, el rey encarna algo que le trasciende y que le permite considerar el bien común por encima de su propia persona, por encima de su propia dinastía, pues el fin de una dinastía no es su propio bien, sino el servicio.
Su raíz familiar, además, otorga a la realeza un arraigo fundamental en la naturaleza humana que la hace entendible a todo súbdito; la familia, como institución natural y célula básica social se ve replicada a nivel macro en la patria a través de un monarca con su familia, que asume el rol de padre respecto a sus súbditos, exigiéndose al pueblo un amor filial a él y a él un amor paternal a su pueblo, formas de amor que son conocidas por todos, siendo las que dan identidad al sujeto desde el momento en que uno nace (salvo casos de orfandad, que nadie pondrá como aquello deseable para nadie, por lo que tampoco debería desearse a un nivel más alto); el hombre desde el principio crece viviendo y entendiendo las relaciones de filiación y paternidad, relaciones que, con facilidad, se viven respecto a la figura patriarcal que supone el rey, tenga el título nobiliario que tenga, pues podemos reconocer a lo largo de la historia figuras patriarcales oficiosas, tales como una casa grande en un pueblo de montañas que, por las más variopintas razones, ha llegado a ser líder y custodio espiritual de una zona. Parece, pues, conveniente a la naturaleza humana esta estructura que, por otro lado, parece inevitable en todo lugar en que de hecho hay comunidad política. La familia, además, tiene como fundamento, al igual que esta institución, el amor: los padres no se escogen, no se vota al padre de familia, los hijos son el fin de la unión y don para la misma y todo es cohesionado por los amores de paternidad y filiación, además de nacer del amor conyugal de los esposos (análogo al de Cristo y la Iglesia y al del rey con su patria, pues está llamado a dar su vida por ella).
Todo esto sitúa al rey y, en nuestro particular, a Nausicaä en una posición de humildad; como hemos dicho, el amor es antecedente, la patria es antecedente, todo es recibido y en esto la misión de custodiar y proteger. Sin probablemente darse cuenta, Miyazaki va dibujando los rasgos característicos de una monarquía católica y más con lo que hará con Nausicaä en el clímax de la película.
La relación del rey con la patria es análoga a la matrimonial y esta, en el sacramento, participa de la unión de Cristo con la Iglesia, unión que supone, como hemos dicho, dar el primero la vida por la segunda. En la película, cuando todo parece inevitablemente condenado a la tragedia, Nausicaä, en un acto que parece casi suicida, busca unir a dos pueblos enfrentados, interponiendo su carne mortal entre el pueblo del que formaba parte y el castigo que se le acercaba inexorablemente. Efectivamente, lo que parece absurdo trae consigo la muerte de la protagonista, lamentándose sus súbditos de su muerte por ellos, de su muerte por su bien. Con todo, este sacrificio de uno mismo será el que trae reconciliación entre dos pueblos enfrentados (estos son, la humanidad y la naturaleza) y aplaca la ira de la segunda contra la primera, viendo a la víctima inocente que, por amor, se ha entregado en sacrificio sin esperar ningún bien temporal. Como premio a esto, los ohms le devuelven la vida, cumpliéndose así la profecía mesiánica que la sacerdotisa o profetisa había comunicado al vidente al principio de la película y que, pese a ser ella ciega, puede ver a través de los ojos de sus gentes, viendo verdaderamente en esta amistad política (pues «el amante está en el amado, en cuanto considera los bienes o males del amigo como suyos y la voluntad del amigo como suya» -S.Th. I-III q. 28 a. 4 co.-), que le narran la escena que está sucediendo: una figura de azul andando sobre un campo dorado trayendo la paz entre estas dos enfrentadas realidades. Los paralelismos cristológicos son evidentes, fruto de un misterioso hado que debió guiar a Hayao Miyazaki, pues no parece él tener nada de cristiano ni conocer de la vida del Hijo de Dios, además de no tener él pretensiones monárquicas ni tradicionalistas (no siendo oculto su particular y heterodoxo marxismo, que alguna vez he pensado que podríamos comparar en algunas cosas al de la Escuela de Frankfurt).
Tenemos, pues, al rey como sacerdote, que sacrifica en favor del pueblo y cuyo sacrificio más excelente es el de su propia persona, entregada en bien de los que le han sido confiados, a imagen de Cristo, manifestado en la película a través de la muerte y resurrección de Nausicaä, cumpliendo las profecías mesiánicas en su kénosis, en su radical humillación, en su entrega total no buscando hacer su voluntad, sino cumpliendo la misión por la cual ha sido enviada, para la cual ha sido hecha reina.
En todo este proceso, la película nos deja detalles preciosos que vienen a machacar la idea central: la esencia de la realeza es el amor. El amor cohesiona al pueblo, hace amar a la princesa y la obliga, es fuente de la humildad que la mueve a una entrega sin vacilaciones, que borra de la mentalidad colectiva la posibilidad del interés particular… Esto evidenciado en escenas tan sencillas como la de unas niñas cogiendo nueces de chiko para la princesa que se ha entregado primero como rehén o un hombre anciano emocionado al recordar como la princesa le dijo que sus manos enfermas y magulladas por décadas de trabajo son bonitas, porque son imagen de su entrega, siendo así que incluso la negrura puede ser imagen de la pulcritud, una herida en justa guerra es bella, lo es también el desgaste de la madre por sus hijos o las manos del laborioso campesino, pudiendo aquí evocar el «nigra sum, sed formosa» o el «las madres nunca son feas» de Marcelino Pan y Vino, pues la belleza está en la pulcritud, en el ser, y así en la actualización de las potencias, en su perfección principalmente espiritual, que a menudo, en la limitación de la carne, entrañará desgaste en aquello ontológicamente inferior: la materia.
Estamos, pues, en una película que roza la perfección y que, por lo menos a mi sensualidad, no puede dejar de emocionar y mover el deseo a algo similar para todos los hombres. La belleza que se reconoce en la película nos habla de una verdad anhelante: la de un padre, la de un rey, la de alguien a quien amar y tener devoción. Como dijo Maurras: “Être monarchiste, c'est avoir quelqu'un à aimer” y para eso hemos sido hechos, para amar y entregarnos, pues el hombre, «única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» (GS 24).
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Con esto, sin mucho más que añadir sin querer ser repetitivo (ya se ha sido bastante), finalizar el artículo considerando dos elementos que no tocan propiamente lo que el artículo quería tratar:
Uno son los defectos apuntados en el tuit inicial: fue la primera película de lo que sería Studio Ghibli y a nivel de recursos dista respecto a otras películas del estudio, se nota en algunos momentos en la calidad de la animación, fondos y similares (que, igualmente, disfruto) y, como primeriza, el compositor estaba en una fase experimental y, pese a tener grandes temas, hay elementos de música electrónica que quizá desentonan un poco. Mi sueño sería el arte de La princesa Mononoke en esta película, pero supongo que estas limitaciones le dan al final un toque característico que le da identidad propia y probablemente a los insectos les son apropiado los sonidos electrónicos que les pone Hisaishi.
El segundo es comentar también sobre el manga. En este aparece un tercer reino, Dorok, en gran conflicto con Tormekia. Nausicaä se ve envuelta en batallas y aventuras más al estilo de una epopeya clásica, descubriendo mucho más el universo en que se ambienta la historia. Es un manga recomendable que creo que la mayoría disfrutará, pero con una temática que se aleja un poco de la película. Aquí hemos visto en gran medida su relación con su pueblo del Valle del Viento y su papel como reina/princesa; en el manga nos es convertida (sin dejar de ser lo que es en la película) en una heroína al estilo clásico que, ciertamente, se entrega y lucha, pero no se dan muchos de los elementos que se reconocen en la película, la mayor parte del manga está fuera de su valle y desconectada casi completamente del mismo, viéndose más la repercusión universal de su mesianismo más acentuado pero menos cristológico. Todo esto con sus pros y sus contras. Una historia distinta, disfrutable y que enriquece (con contexto) a la película, pero que no considero que llegue a la excelsitud de lo que aquí nos trajo Miyazaki.